Las personas suelen exigir respeto hacia sí, pero pocos son capaces de valorar con honestidad si ellos mismos ejercen ese respeto hacia los demás. En realidad, el respeto que tanto exigimos solo puede ganarse (o perderse) a través de nuestro comportamiento. Por descontado, no se gana a través del ejercicio de la simple crítica hacia el comportamiento de otros; ni mucho menos escondiendo nuestros propios errores o negando nuestras áreas de mejora con un montón de justificaciones. Hay que tener cuidado con no pasarse de la raya en estas cosas; la crítica hacia otros es peligrosa porque es una patada a su orgullo; si la persona a la que se dirige no mantiene controlada la influencia que ese orgullo tiene en su autoestima, seguramente le producirá resentimiento. Y si con tu crítica, inocente o no, produces resentimiento en la persona a quien criticas, no puedes esperar que ganes su respeto; mucho menos su simpatía y confianza, a menos que el respeto.que pretendas ganar sea el de Al Capone o Caligula, dos personajes que sirven como metáfora para abordar lo que supone la imposición del respeto no ganado o las consecuencias del resentimiento por la crítica; tanto si el ego no la acepta como si no se hace correctamente. Buscar el respeto de los demás no tiene nada quer ni con una cosa ni con la otra. Somos humanos y todos tenemos tantos deseos de aprobación como miedo a la crítica; saber manejar esa reacción humana es necesario en la construcción de buenas relaciones y de confianza.