Aunque teníamos planeados 45 minutos de pódcast, las anécdotas, las lágrimas, la comedia y la transparencia nos llevaron a que se extendiera casi a una 1 hora y 50 minutos. Fueron minutos en los que descubrimos a un ser humano más allá de unas gafas, más allá de unas rutinas y carcajadas... fueron minutos especiales en los que él volvió a creer en los abrazos.

Ese día fui muy feliz, no solamente por tener a Franco Felipe Bonilla Herrera como invitado, sino también porque entendí el valor de la familia, los amigos y la importancia de hacer los sueños realidad, la importancia de no quedarme con esa pregunta que nos mata el alma en tantas ocasiones: ¿qué hubiera pasado si...?

Ahora que lo vuelvo a ver es inevitable que no se me vuelvan a aguar los ojos, porque muy adentro, ese niño interior con el que vengo haciendo la paz desde hace unos meses, ya no me mira con tristeza, al contrario, me mira con alegría y agradecimiento y para mí es un gran logro, es como sentirme pleno, perdonado.

Este capítulo está lleno de sinceridad, música, chascarrillos, anécdotas y un sinfín de momentos que jamás se prepararon o se me pasaron por la mente y ahí es donde digo que Diosito y todos sus seres de luz hacen de las suyas y es hermoso.