La ciencia se ha desguazado en las universidades y demás entidades académicas, reduciéndola a pequeños trozos en los que quién intenta vivir de ellos busca su propia supervivencia adaptándose lo que marca el gremio corporativista en el que trabaja. La burocracia ha matado al espíritu científico que se ha transformado en una colección de papeles publicables que cumplen unos criterios académicos pero que poco pueden aportar fuera de lo establecido por los mismos que aprueban lo que debe ser y no ser ciencia. No es una época para genios y excéntricos creadores que son apartados y marginados o incluso tratados como enfermos mentales. Pepe Crespo comenta este asunto y desbroza, con su peculiar manera analítica, el árbol de la ciencia en busca de lo que considera su tronco vital.