EL DIÁLOGO de Santa Catalina, capítulo 4-2 / El conocimiento que engendra amor

21 de jun. de 2020 · 33m 12s
EL DIÁLOGO de Santa Catalina, capítulo 4-2 / El conocimiento que engendra amor
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Ante todo, llama nuestra atención que el DESEO es algo que se debe pedir. Si bien por nuestra naturaleza deberíamos sentir anhelo de conocer y amar a Dios, es obra...

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Ante todo, llama nuestra atención que el DESEO es algo que se debe pedir. Si bien por nuestra naturaleza deberíamos sentir anhelo de conocer y amar a Dios, es obra del pecado aplacar ese deseo, que es santo, y a la vez reemplazarlo por deseos dañinos o sucios.

¿Y cómo se llega a ese deseo de conocer y amar a Dios? El camino es el conocimiento de nosotros mismos. No de un modo superficial: hay que penetrar la costra exterior, que es la de nuestros proyectos y sueños personales; hay que bajar, descubriendo nuestros defectos, heridas y carencias; hay que descender más, hasta descubrir aquellos pecados que de un modo más continuo nos han vencido. Pero más allá de todo ello, hemos de descubrirnos obra de Dios, salidos de Él. A esto, que podemos describir como "tocar la mano de Dios Creador" es a lo que llamamos "verdadero conocimiento": conocer a Dios "en mí," que implica saberme creatura suya.

Hay que palpar en ese mismo impulso otra mano: la mano llagada de Cristo Redentor, comprendiendo que por virtud del amor de Cristo, en obediencia al Padre, hemos sido vueltos a crear.

Así pues, el verdadero conocimiento nos hace descubrir simultáneamente nuestra doble nada, de creaturas y de pecadores, y la doble inmensidad de la obra divina en la raíz misma de nuestro ser: somos obra de su CREACIÓN y de su REDENCIÓN. En este doble conocimiento radica también la genuina HUMILDAD, que según expresión de la Santa, es "nodriza" y cuidadora de la auténtica caridad.

El verdadero conocimiento de sí abre la puerta a un amor de infinito agradecimiento hacia Dios pero del mismo modo es el comienzo de un gran sufrimiento, que será también doble: dolor por lo poco y mal que hemos respondido a ese amor, y dolor porque, al tomar una opción por Dios, el mundo, que detesta a Dios, nos detestará invariablemente. Hay de ese modo un sufrimiento INTERNO y uno EXTERNO. Pero no se puede llevar bien el externo si uno no sufre primero con gran ansia de la gloria divina.

Por otra parte, tal dolor no cae en el vacío, da fruto de limpieza interior, incluso de las heridas pasadas, y de eficacia apostólica exterior, que se traduce en gracias de conversión y crecimiento para otras personas, según estas se dispongan a recibirlas.
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Autor Nelson Medina
Organización Nelson Medina
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