El hombre que se hizo rico vendiendo piedras

13 de feb. de 2023 · 5m 54s
El hombre que se hizo rico vendiendo piedras
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Los caminos para hacerse rico son inescrutables. Hasta el negocio más absurdo puede triunfar si cuenta con las palancas adecuadas para impulsarlo. Es el caso de George Dahl, un visionario,...

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Los caminos para hacerse rico son inescrutables. Hasta el negocio más absurdo puede triunfar si cuenta con las palancas adecuadas para impulsarlo. Es el caso de George Dahl, un visionario, que en la Navidad de 1975 se hizo millonario con una idea tan simple como revolucionaria: vender piedras... como mascotas.

Dahl, nacido en 1936, era hijo de una camarera y de un trabajador de un aserradero. Logró estudiar en la Universidad de Washington, y luego empezó a trabajar en el mundo de la publicidad. A mediados de los años 70 vivía en Los Gatos, California (sí, donde está la sede de Netflix), trabajando como corrector de textos.

Un día estaba en un bar, con dos amigos, tomándose unas copas. En medio de la conversación, sus colegas se quejaban del trabajo que les daban sus mascotas. Hay que limpiarlas, pasearlas, darles de comer, enseñarles... Él, en tono de broma, les explicó que no tenía ningún problema con su mascota, porque era una roca. Esta anécdota, que el propio Dahl contó en entrevistas, le hizo pensar que quizá pudiera hacerse realidad.

Con sus conocimientos sobre el campo del marketing y la publicidad, se puso a desarrollar la idea. Cuando la tuvo esbozada, busco y encontró a un par de inversores, que le acompañaron en esta loca aventura.

La idea, a la que llamó Pet Rock, era sencilla: una roca, lisa y de forma ovalada, de un tamaño inferior a una mano, que iba metida en una caja de cartón, con unos agujeros en los laterales para que pudiese "respirar" y sobre una cama de virutas. Primero, las piedras las compraba en un almacén de materiales de construcción, y cuando la demanda creció más, empezó a traerlas de una playa mexicana.

Pero la parte estrella era un voluminoso manual de instrucciones, de 32 páginas, sobre cómo cuidar a la mascota. Escrito con bastante gracia y rozando lo absurdo. Entre otras recomendaciones para el entrenamiento de la nueva mascota, aseguraba que las órdenes "siéntate", "para" o "hazte el muerto" eran fáciles de enseñar. Otras como "rueda" requerían cierta ayuda del dueño, como pasaba con la orden "ataca". Mientras que algunas como "levántate" o "ven" era imposible que las aprendiera.

Esta chorrada empezó a venderse en el verano de 1975, por un precio de 3,95 dólares. Lo presentó en importantes ferias de regalos, como en la de San Francisco o Nueva York, y los medios de comunicación se hicieron eco del lanzamiento. Y los pedidos empezaron a llegar. En las primeras semanas él mismo y su mujer se encargaban de todo el proceso, pero llegó un momento en el que tuvo que contratar gente para poder asumir el nivel de pedidos que llegaban.

Se convirtió en el regalo estrella de la navidad de 1975. Y tan rápido como la moda llegó, se fue. Pero por el camino vendió casi 2 millones de piedras. Teniendo en cuenta que los costes eran bajísimos (las rocas le costaban un centavo), los beneficios fueron millonarios. Logró casi 3 millones de dólares.

El empresario desperdició mucho del dinero ganado, por ejemplo, invirtiendo en un bar que vendió tan solo 8 meses después. También se compró una mansión y cambió su Honda por un Mercedes.

Después trató de replicar, sin éxito, la fórmula de Pet Rock, con un kit de reproducción de arena y otro de tierra roja de China. Lanzó su propia agencia de marketing, que se especializó en publicidad electrónica. Llegó a escribir y producir cientos de anuncios de televisión, para muchas marcas de gran tamaño y prestigio. Y llegó a escribir un libro, llamado 'Publicidad para Dummies'.

También tuvo tiempo para las polémicas, pues los dos socios inversores en la aventura de las Pet Rock le acusaron de quedarse con parte del dinero que debería repartir, por lo que fue condenado.

Jubilado, se mudó a Oregón y se aisló bastante del mundo, cansado de la cantidad de inventores que se acercaban a él a pedirle consejo y presentarle ideas, que el consideraba malas o estúpidas, en el mejor de los casos. Tanto, que en una entrevista llegó a confesar que muchas veces se preguntaba si su vida no hubiera sido más fácil sin las Pet Rock.
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Autor elEconomista
Organización elEconomista
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