El renacimiento de un instrumento tradicional llanero
19 de jul. de 2022 ·
16m 55s
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Descripción
Gracias al ingenio de un casanareño, que le hizo algunas modificaciones al instrumento original, la cirrampla pasó del olvido a despertar de nuevo el interés de los músicos de la...
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Gracias al ingenio de un casanareño, que le hizo algunas modificaciones al instrumento original, la cirrampla pasó del olvido a despertar de nuevo el interés de los músicos de la región. Hoy, unos 80 niños aprenden a tocarlo para enriquecer el folclor llanero.
Sobre la historia de la cirrampla hay poca información. No existen datos exactos sobre el momento en que este instrumento llegó a las manos de los músicos de los Llanos Orientales colombianos. Lo que sí es claro es que se tocaba, incluso, antes de que llegaran el arpa, la bandola y el cuatro. Hoy, no muchos lo han escuchado ni lo han visto tocar en vivo. De hecho, el músico llanero Jorge Albarracín, que era una de las últimas personas del mundo que sabía interpretar la cirrampla tradicional, murió el año pasado.
“Es un instrumento muy antiguo. No tenía caja de resonancia: era la boca. El intérprete se llevaba a la boca una de las puntas del instrumento y con los dedos tocaba la cuerda”, explica Edwin Eregua, un músico llanero, en el nuevo episodio de Mejor Colombia, un pódcast que recoge historias de resiliencia contadas desde el corazón de las regiones del país.
Para entender la escasez de intérpretes de la cirrampla original, es necesario ir a la historia del género. Se habla de una fuerte influencia de andaluces, que trajeron sus cantos, y de españoles, con la guitarra. Según explica Hugo Mantilla, investigador de la cultura llanera, también se sumaron el violín, la bandola y el triple, que por muchos años predominaron en el joropo.
“Luego apareció el arpa, que se empezó a arraigar en la década del cincuenta, más o menos. Llegaron unos artistas venezolanos que la tocaban. Cuando llegó el arpa, la gente empezó a aprender y se volvió una locura. Se generalizó y desplazó varios instrumentos”, agrega Mantilla. Dentro de esos instrumentos, estuvo la cirrampla tradicional.
A Avelino Moreno, un artesano araucano, le daba curiosidad conocer una cirrampla en persona. Como nunca lo logró, decidió armar una a su manera: ya no había boca como caja de resonancia, sino un totumo. De a poco, comenzó a tocar su instrumento renovado por los pueblos de la región: “En las esquinas la gente me fue escuchando. Hasta que la subimos a la tarima. Y pude llevarla al Festival Internacional de Joropo, en Villavicencio. Mi trabajo fue darla a conocer”.
El hecho de que esta cirrampla sea más fácil de tocar, en comparación con la tradicional, está despertando el interés de los músicos llaneros, y está generando un verdadero renacimiento del instrumento.
De ese resurgimiento, nació la idea del alcalde de Tame, Arauca, de crear un curso de enseñanza en la casa cultural el Makaguán, para lo que contactó a Edwin Eregua, quien aceptó encantado. Hoy, tiene 80 estudiantes.
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Sobre la historia de la cirrampla hay poca información. No existen datos exactos sobre el momento en que este instrumento llegó a las manos de los músicos de los Llanos Orientales colombianos. Lo que sí es claro es que se tocaba, incluso, antes de que llegaran el arpa, la bandola y el cuatro. Hoy, no muchos lo han escuchado ni lo han visto tocar en vivo. De hecho, el músico llanero Jorge Albarracín, que era una de las últimas personas del mundo que sabía interpretar la cirrampla tradicional, murió el año pasado.
“Es un instrumento muy antiguo. No tenía caja de resonancia: era la boca. El intérprete se llevaba a la boca una de las puntas del instrumento y con los dedos tocaba la cuerda”, explica Edwin Eregua, un músico llanero, en el nuevo episodio de Mejor Colombia, un pódcast que recoge historias de resiliencia contadas desde el corazón de las regiones del país.
Para entender la escasez de intérpretes de la cirrampla original, es necesario ir a la historia del género. Se habla de una fuerte influencia de andaluces, que trajeron sus cantos, y de españoles, con la guitarra. Según explica Hugo Mantilla, investigador de la cultura llanera, también se sumaron el violín, la bandola y el triple, que por muchos años predominaron en el joropo.
“Luego apareció el arpa, que se empezó a arraigar en la década del cincuenta, más o menos. Llegaron unos artistas venezolanos que la tocaban. Cuando llegó el arpa, la gente empezó a aprender y se volvió una locura. Se generalizó y desplazó varios instrumentos”, agrega Mantilla. Dentro de esos instrumentos, estuvo la cirrampla tradicional.
A Avelino Moreno, un artesano araucano, le daba curiosidad conocer una cirrampla en persona. Como nunca lo logró, decidió armar una a su manera: ya no había boca como caja de resonancia, sino un totumo. De a poco, comenzó a tocar su instrumento renovado por los pueblos de la región: “En las esquinas la gente me fue escuchando. Hasta que la subimos a la tarima. Y pude llevarla al Festival Internacional de Joropo, en Villavicencio. Mi trabajo fue darla a conocer”.
El hecho de que esta cirrampla sea más fácil de tocar, en comparación con la tradicional, está despertando el interés de los músicos llaneros, y está generando un verdadero renacimiento del instrumento.
De ese resurgimiento, nació la idea del alcalde de Tame, Arauca, de crear un curso de enseñanza en la casa cultural el Makaguán, para lo que contactó a Edwin Eregua, quien aceptó encantado. Hoy, tiene 80 estudiantes.
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