Estampa de Varón

28 de may. de 2021 · 3m 47s
Estampa de Varón
Descripción

Pugliese era quizás el último de los de su generación. Su diversión era la milonga y por ende todo lo relativo a eso. Si uno estaba desprevenido podía confundirse y...

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Pugliese era quizás el último de los de su generación. Su diversión era la milonga y por ende todo lo relativo a eso. Si uno estaba desprevenido podía confundirse y creer que no lo disfrutaba o que estaba ahí por los motivos equivocados, pero no.  Pugliese pisaba los 90 años, y eso eran 70 años de pisar las milongas. No era un bailarín excepcional y con eso me refiero a esos que hacen la excepción de bailar profesionalmente. Nació en Palermo y murió en Palermo. Cerca de Giol. Ahora le costaba verlo así, todo plagado de edificios de cemento a la vista y bodegones que solo usan el nombre de  bodegones para ser cool. Bailaba absolutamente todo lo que le gustaba, y cuando la música no le gustaba, dormía. La milonga para él era su dormitorio, una especie de “siestario” donde reposaba como el guerrero antes o después de la batalla. Tuvo novias de todas las edades cada una correspondiente a su edad en cada momento. Y era devoto de cada una de ellas con una dedicación demoníaca. Como si todas las demás mujeres de la milonga no existieran. No cabeceaba jamás, no dedicaba un mínimo céntimo de tiempo a ninguna otra cosa que no fuera dormir o bailar con su mujer. Desde los 32 años llevó patillas como se usaba en la época en la que decidió llevar patillas y su corte de pelo permaneció inalterable desde entonces sin ceder ante e inevitable menor volumen. Siempre impecable. Camisa negra como si se hubiera muerto en sus 20. Pero las cosas terminan en algún momento, por lo menos así parece ser. Y eso ocurrió cuando la milonga estaba cerrada.  Una verdadera injusticia porque la poesía hubiera sido palmar sobre la pista, o durmiendo en su silla, o mientras se mataba a besos en lo oscuro de una vereda. Si porque su otra afición era matarse a los besos con su dama en las penumbras de las cuadras que rodeaban a una ocasional milonga. Y no solo en sus 20, si no hasta un rato antes de estirar la pata. Pero bueno las cosas se terminan. El médico salió por la puerta como había entrado, lo vio en la cama y en ningún momento abandonó su postura de “esto es breve como visita de médico”. Es que cuando uno está bordeando los 90 se convierte prácticamente en un muerto natural. Uno luce muerto aunque no lo esté. Así que el doctor solo hizo acto de presencia. La vecina de Pugliese estuvo un rato más. Pugliese fingió dormir. La vecina se fue. Con los ojos cerrados dio un respiro hondo, y creyó sentir el olor a “Ciel” que su última novia se ponía como si no hubiera un mañana. Sin abrir los ojos pensó que hubiera sido lindo de otra manera, pero bueno ella ya no estaba. Sintió que estaba bien. Se levantó de la cama como un relámpago, con la madurez intacta de un tipo de 20 años; se acercó al ropero y se contempló en el espejo con toda la prepotencia que le sale de los huevos viriles a un hombre de 30. Contempló los trajes y las camisas en fila, se vistió con la precisión de un hombre de 40 que sabe lo que es un buen “jetra”. Se anudó la corbata de memoria como lo haría un hombre de 50. Pensó un segundo y tomo el celular que estaba sobre la cómoda y lo tiró al cesto de basura. No iba a ser de ese modo. Levantó la tapa del tocadiscos. Hugo del carril no era algo propicio para un hombre de 60. Encontró a Fresado, siguió por Troilo, y se paró en Pugliese su tocayo. Lo puso y se pegó la cabeza contra la puerta de arriba del ropero que había quedado abierta. Se dio cuenta que tenía 70. Sale Pugliese. Cumplió 80, miró hacia atrás y por toda la habitación estaban ellas, de todas las edades cada una correspondiente a su edad en cada momento. Las miró devoto como era, dejó que girara  Juan D´arienzo y Alberto Echague, se afirmó en sus casi 90 y con una sonrisa cabeceo una a una; y bailó como una quinceañera “estampa de varón”.

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Autor Sergio Souza
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