Evangelio Del Día Jueves 12 de Mayo | Nos Entregaste Todo | Hoy en Oración

13 de jun. de 2022 · 4m 58s
Evangelio Del Día Jueves 12 de Mayo | Nos Entregaste Todo | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 12 DE MAYO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Blanco IV Semana del Tiempo de Pascua Liturgia de las Horas Tomo I IV...

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Evangelio Diario
LITURGIA - 12 DE MAYO DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Blanco
IV Semana del Tiempo de Pascua
Liturgia de las Horas Tomo I
IV Semana del Salterio
Primera Lectura Hechos 13, 13-25
Salmo 88
Evangelio Juan 13, 16-20

“ El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí ”

PALABRAS DEL SANTO PADRE
Si existe una actitud que nunca es fácil, no se da por descontado tampoco para una comunidad cristiana, es precisamente la de saberse amar, de quererse en el ejemplo del Señor y con su gracia. A veces los contrastes, el orgullo, las envidias, las divisiones dejan la marca también en el rostro bello de la Iglesia. Una comunidad de cristianos debería vivir en la caridad de Cristo, y sin embargo es precisamente allí que el maligno “mete la pata” y nosotros a veces nos dejamos engañar. Cuántas personas se han alejado, por ejemplo de alguna parroquia o comunidad por el ambiente de chismorreos, de celos, de envidias que han encontrado ahí. También para un cristiano saber amar no es nunca un dato adquirido una vez para siempre; cada día se debe empezar de nuevo. (Regina Caeli, 21 mayo 2017)


Reflexión del Evangelio de Hoy (Fray Emilio García Álvarez O.P.)
Tradición y novedad en la predicación de Pablo
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, que leemos a lo largo del Tiempo pascual, uno de los protagonistas principales es san Pablo. Junto con sus compañeros, arriba en uno de sus viajes a Antioquía de Pisidia, situada en la parte meridional de la actual Turquía. Según su costumbre, va a la sinagoga e, invitado a hablar, comienza haciendo una apretada síntesis de la historia de la salvación, para empalmar con Jesús, en quien se cumplen las promesas que Dios hizo a David.

La predicación a los judíos es una prioridad en las primeras etapas de la misión apostólica de san Pablo. Recordarles su pasado más significativo no es un simple recurso retórico; es una forma de fundamentar la continuidad histórica del proyecto salvífico de Dios, insertando la novedad de Jesús en la tradición más constante de su pueblo.

Hay en ese discurso una serie de argumentos que avalan su veracidad sobre el Mesías: una larga y sólida tradición que apunta a su aparición ya próxima; el anuncio autorizado de un profeta reconocido, como Juan el Bautista, que asegura su inminente presencia salvadora; y el testimonio fehaciente de la vida de Jesús, que Pablo describirá a continuación de manera detallada ante quienes tuvieron ocasión de conocer los hechos.

No son, sin embargo, argumentos que demuestren sin lugar a dudas el mesianismo de Jesús (si así fuera, todos lo aceptarían). Se necesita estar abiertos al Espíritu, que ilumina los corazones sencillos a través de la palabra del testigo, revestido él también de la autoridad reveladora de ese mismo Espíritu.

¿Estamos nosotros abiertos al influjo del Espíritu de Dios? ¿Nos apoyamos con confianza en los indicios persuasivos que sus mensajeros nos presentan?

Servicio y misión en la vida de Jesús y de sus discípulos
El largo discurso de despedida de Jesús antes de su pasión arranca del lavatorio de los pies de sus discípulos. Después de ese gesto –que Juan coloca en el lugar en que los otros evangelistas sitúan la última cena-, Jesús comenta el sentido ejemplar que tiene para quienes quieran seguirle. Es un gesto de servidumbre: él lo ha realizado precisamente para dar a entender que ha venido a servir y que todo el que quiera tenerlo a él por maestro deberá adoptar también una actitud de servidor.

“El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía”, dice Jesús. Si él, que es el Señor, ha sido enviado a servir a la humanidad y ha llevado ese servicio hasta la entrega de su vida por nosotros, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llevar el nuestro?

Él dio testimonio del que lo envió, hablando del reino de amor que Dios quiere establecer entre nosotros e inaugurándolo ya en compañía de sus discípulos. Si nosotros, gracias a la fe, lo recibimos a él como enviado de Dios, acogemos también por medio de él la presencia de Dios, que cambia nuestra vida y la hace reflejo de la suya. Una de las consecuencias de esta presencia es que nos convierte a nosotros también en enviados suyos, misioneros de su mensaje de amor por el mundo.

Como enviados, nuestra vida ha de estar constantemente referida a quien nos envía; es su mensaje el que tenemos que difundir, no nuestras ideas. ¿Hasta qué punto nuestra labor misionera transmite fielmente lo que él nos encargó transmitir? Y, cuando recibimos elogios de quienes nos escuchan o nos contemplan, ¿sabemos remitirlos a su verdadero inspirador?


LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
Hch 13, 13-25

En aquellos días, Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos; llegaron a Perge de Panfilia, y allí Juan Marcos los dejó y volvió a Jerusalén. Desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron decir: “Hermanos, si tienen alguna exhortación que hacer al pueblo, hablen”.

Entonces se levantó Pablo, y haciendo señal de silencio con la mano, les dijo:

“Israelitas y cuantos temen a Dios, escuchen: El Dios del pueblo de Israel eligió a nuestros padres, engrandeció al pueblo cuando éste vivía como forastero en Egipto y lo sacó de allí con todo su poder, lo alimentó en el desierto durante cuarenta años, aniquiló siete tribus del país de Canaán y dio el territorio de ellas en posesión a Israel por cuatrocientos cincuenta años. Posteriormente les dio jueces, hasta el tiempo del profeta Samuel.

Pidieron luego un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años. Después destituyó a Saúl y les dio por rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallado a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, quien realizará todos mis designios.

Del linaje de David, conforme a la promesa, Dios hizo nacer para Israel un salvador, Jesús. Juan preparó su venida, predicando a todo el pueblo de Israel un bautismo de, y hacia el final de su vida, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias’ ”.


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 13, 16-20

En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo:

“Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.

No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.

Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.


Oración

Señor, quiero ser inundado por tu Palabra, así, como tú mismo lo dices, procuraré obrar en todo conforme a lo que ahí está escrito, y sé muy bien que tendré tu favor y éxito en todo lo que emprenda.

Acción

Desde hoy haré un plan adicional de lectura, para que cada día pueda ir conociendo más de la Palabra de Dios.
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