Evangelio Del Día Sábado 18 de Junio | Creo En Su Providencia | Hoy en Oración
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Descripción
Evangelio Diario LITURGIA - 18 DE JUNIO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XI Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II III Semana...
mostra másLITURGIA - 18 DE JUNIO DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XI Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
III Semana del Salterio
Primera Lectura 2 Crónicas 24, 17-25
Salmo 88
Evangelio Mateo 6, 24-34
“No podéis servir a Dios y al dinero”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La página evangélica del día de hoy (cf. Mateo 6, 24—34) es un fuerte reclamo a fiarse de Dios —no olvidar: fiarse de Dios— quien cuida de los seres vivientes en la creación. Él provee la comida para todos los animales, se preocupa de los lirios y de la hierba del campo (cf. vv. 26-28); su mirada benéfica y solícita vela cotidianamente en nuestra vida. Esta pasa bajo la angustia de muchas preocupaciones, que pueden quitar serenidad y equilibrio; pero esta angustia es a menudo inútil, porque no logra cambiar el curso de los acontecimientos. Jesús nos exhorta con insistencia a no preocuparnos del mañana (cf. vv. 25.28.31), recordando que por encima de todo está un Padre amoroso que no se olvida nunca de sus hijos. (Ángelus, 26 febrero 2017)
Reflexión del Evangelio de hoy (Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.)
Abandonaron la casa de Yahveh, el Dios de sus padres
La lectura del segundo libro de las Crónicas nos presenta una radiografía de a lo que puede llegar el corazón del ser humano dejado llevar por los intereses personales. Llegamos a la sin razón movidos por la ceguera, y el horizonte que se nos muestra es la desolación que provocan las guerras. Algo que hoy día tenemos tan presente en Europa, con el sin sentido de la guerra en Ucrania. Se nos presenta en el texto, la voz de denuncia que trata de gritar el profeta en ese transfondo del reinado de Joás. Esa voz pone de manifiesto que en el corazón del ser humano entra la ambición, codicia, egoísmos, maldades, ansias de poder, guerras, cuando el corazón no se deja evangelizar por el mandamiento del: «Amaos los unos a los otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34-35).
La denuncia que hace el profeta está bastante clara, el alejamiento que tiene el «Pueblo elegido» de su Dios. «Olvidar el Dios de sus padres» ¿Puede cegarse tanto el corazón del ser humano para llegar a esos extremos? ¿Cómo se puede llegar hasta renunciar de tu propia identidad? La raíz, el núcleo de nuestro ser mismo. Lo que somos. Renunciar a vivir en esa clave de fidelidad y de amor que nos presenta Dios: el ser hijos de Dios. Para darle la espalda y vivir de cualquier manera justificando todo tipo de acción para sacar beneficio. No es que el texto esté justificando que Dios por el hecho de abandonar la Casa y el Dios de sus padres, el Señor castigue, sino que en esa libertad que posee el ser humano quiere vivir según y a merced de un corazón que es de piedra y no de carne y él mismo se está autoexcluyendo del proyecto de Dios.
No podéis servir a Dios y al dinero
Siguiendo el hilo conductor que nos presenta la primera lectura aterrizamos en el evangelio de hoy con la misma realidad la fe y las acciones, que vienen a hacer referencia del tipo de Dios en el que creemos. Para ello, podemos hacer un tipo de tabla comparativa en el que podemos poner de relieve los ídolos frente al verdadero Dios providente. De este modo, comprenderemos mejor la Palabra de Dios y la profundidad que nos quiere presentar. Para hablar de fe y de seguimiento debemos hilar fino. El verdadero ser del discipulado lleva una exigencia y una coherencia determinada, no valen los paños de agua caliente.
Por un lado, se nos presenta al dios dinero y una cierta preocupación por lo inmediato: vestido y alimento, que nos puede llevar a despistarnos de la profundidad del seguimiento como discípulo y darle el corazón a los ídolos. Evidentemente que necesitamos una serie de cosas materiales para la vida, sin embargo, de eso no habla el texto. Si recordamos los tiras y aflojas del «Pueblo elegido» a su paso por el desierto, van demandando a Dios cosas: comida, agua… Y llega un momento en el que no quieren reconocer a Dios en sus vidas: «Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”» (Ex 32,8). Darle el corazón al ídolo y manifestar que ha sido un becerro que come hierba el que ha hecho la acción de darles la libertad. Dios queda relegado a otro plano no interesa.
En la otra columna de la tabla aparece el Dios providente. El Dios creador, de la vida, la belleza, el bien y amor. Para hablarnos de esa profundidad que necesitamos oír. Del sentido que tiene que tener nuestra vida en estos momentos tan convulsos por los que estamos pasando. La vida unida al sustento al alimento del que nos hace referencia la idolatría. ¿Solo necesitamos pan material en nuestra vida? Jesús le dice al tentador: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”» (Mt 4,4). La respuesta es bastante clara, el deseo que tenemos de sentido cuando el alma grita buscando un rayo de luz en medio de tanta oscuridad solo la proporciona el Dios de la vida. La ansiedad que se genera en nuestro interior cuando no vemos el horizonte claro o nos visita la enfermedad solo alcanza sentido si estamos centrados en el Creador.
No andéis agobiados buscando con qué os vais a vestir o tratando de añadir unos segundos de vida al reloj de tiempo. Vuestro Padre que es providente al inicio de la creación revistió de belleza todo el escenario creado. Las aves del cielo, los lirios del campo. Y al ser humano que lo cubrió con un manto mucho más hermoso que al resto de las criaturas que salieron de sus manos. A este le dio la categoría de ser imagen. De ser Hijo de Dios. A este ser humano le toca en suerte reconocerse como hijo amado de Dios y tratar de sembrar en este mundo las semillas del mandamiento nuevo que nos hablan del Reino del amor y su justicia en medio de tanto sin sentido.
LECTURA DEL DÍA
2ª Crónicas 24, 17-25
2 Cron 24, 17-25
Después de la muerte del sacerdote Yehoyadá, vinieron los jefes de Judá a postrarse ante el rey; a éste, sobornado por sus regalos, le pareció bien lo que le propusieron. Entonces abandonaron el templo del Señor, Dios de sus padres, y dieron culto a los bosques sagrados y a los ídolos. Este pecado provocó la ira de Dios sobre Judá y Jerusalén. El Señor les envió profetas para que se arrepintieran, pero no hicieron caso a sus amonestaciones.
Entonces el espíritu de Dios inspiró a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, para que se presentara ante el pueblo y le dijera: “Esto dice el Señor Dios: ‘¿Por qué quebrantan los preceptos de Dios? Van al fracaso. Han abandonado al Señor y él los abandonará a ustedes’ ”.
Pero el pueblo conspiró contra él y, por orden del rey, lo apedrearon en el atrio del templo. El rey Joás no tuvo en cuenta el bien que le había hecho Yehoyadá y mató a su hijo, Zacarías, quien exclamó al morir: “Que el Señor te juzgue y te pida cuentas”.
Al cabo de un año, el ejército sirio se dirigió contra Joás y penetró en Judá y en Jerusalén; mataron a todos los jefes del pueblo y enviaron todo el botín al rey de Damasco. Aunque no era muy numeroso el ejército sirio, el Señor le dio la victoria sobre el enorme ejército de los judíos, porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así fue como se hizo justicia contra Joás. Al retirarse los sirios, lo dejaron gravemente herido y entonces sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá, y lo asesinaron en su cama. Lo enterraron en la ciudad de David, pero no le dieron sepultura en las tumbas de los reyes.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 6, 24-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.
Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?
¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas”.
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