Evangelio Del Día Viernes 23 de Septiembre | Quien Dices Que Soy Yo | Hoy en Oración
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Descripción
Evangelio Diario LITURGIA - 23 DE SEPTIEMBRE DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XXV Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II I Semana...
mostra másLITURGIA - 23 DE SEPTIEMBRE DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XXV Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
I Semana del Salterio
Primera Lectura Eclesiastés 3, 1-11
Salmo 143
Evangelio Lucas 9, 18-22
“¿Quién decís que soy yo?”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Las grandes decisiones en la misión de Jesús están siempre precedidas de la oración, pero no de una oración, así, en passant, sino de la oración intensa y prolongada. Siempre en esos momentos hay una oración. Esta prueba de fe parece una meta, pero en cambio es un punto de partida renovado para los discípulos, porque, a partir de entonces, es como si Jesús subiera un tono en su misión, hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección. En esta perspectiva, que despierta instintivamente la repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio, la oración es la única fuente de luz y fuerza. Es necesario rezar más intensamente, cada vez que el camino se empina. (Audiencia General, 2 junio 2021)
Reflexión del Evangelio de hoy (Sor Inmaculada de la Cruz, OP)
Todo tiene su tiempo y su momento
Qohélet, el autor del libro del Eclesiastés, está muy impresionado por el misterio del tiempo, pero nos da la sensación de que lo interpreta de modo fatalista, haga lo que haga, cada cosa sucederá a su tiempo y no puedo hacer nada para cambiarlo. La pregunta surge misteriosa e inquietante a la vez, ¿cómo puedo conocer el tiempo oportuno? La respuesta sólo la tenemos en Dios, que es quien da sentido a la existencia y a todo lo que nos sucede.
El hombre moderno parece decirse “Hay que tomar la vida como viene”, pero esto nos hace vivir resignados, algo a lo que el hombre continuamente se opone. Dios ha sembrado en el fondo de nuestra alma el deseo de eternidad, y eso nos urge a encontrar sentido a cada momento y circunstancia de nuestra vida. Necesitamos saber que nuestras acciones, tendrán resonancia en la vida eterna y que no quedarán limitadas por este tiempo presenta.
La respuesta sólo la podemos encontrar en la gracia, la misericordia y el amor de Dios. Ellos son los que nos hacen salir del fatalismo de vivir esta vida de tejas para abajo y fijar nuestros ojos en Jesús, el que inicia y completa nuestra fe, el que nos hace vivir apasionadamente cada tiempo y momento de nuestra existencia.
Jesús estaba orando a solas
Nuevamente el Evangelio nos presenta la pregunta ¿Quién es este? Todos, desde el rey Herodes hasta los discípulos, se preguntaban acerca de quién era este hombre, que era diferente, que enseñaba con autoridad, del que salía un poder que curaba a todos, que oraba al Padre de una manera tan especial y distinta. Pero hoy es el mismo Jesús quien nos hace la pregunta en primera persona: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
No podemos escondernos detrás de lo que dicen los demás, o de lo que hemos aprendido en los libros. Jesús nos pide una respuesta personal. Y esta respuesta, hermanos, no la podemos dar si no es desde la oración, desde la intimidad personal con Él, desde una vida imbuida y rodeada por la oración, llena de Dios. Porque es en la oración donde podemos conocer de verdad la personalidad del Señor, y sólo desde la oración podemos entender sus palabras “es necesario que el Hijo del hombre sufra”. Porque sin la oración, podemos entender y hacernos la idea de un Mesías sin cruz, sin sufrimiento, donde todo sea risa y alegría fácil. Pero no, Jesús nos pone ante la realidad, “es necesario”, la cruz es el camino de la resurrección y esto sólo lo podemos asimilar en la oración, en la intimidad de una relación amorosa con Jesucristo.
Durante el día de hoy pregúntate: ¿cómo vivo el momento presente? ¿Trato de vivir desde la gracia, la misericordia y el amor, o por el contrario, vivo mi vida desde una óptica fatalista y resignada?
¿Quién es el Mesías Jesús para mí? ¿Huyo de la cruz y el sufrimiento, o lo integro como camino necesario para llegar a la resurrección que me ha prometido el Señor?
LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro del Eclesiastés
Eclesiastés (Cohélet) 3, 1-11
Hay un tiempo para cada cosa
y todo lo que hacemos bajo el sol tiene su tiempo.
Hay un tiempo para nacer y otro para morir;
uno para plantar y otro para arrancar lo plantado.
Hay un tiempo para matar y otro para curar;
uno para destruir y otro para edificar.
Hay un tiempo para llorar y otro para reír;
uno para gemir y otro para bailar.
Hay un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas;
uno para abrazarse y otro para separarse.
Hay un tiempo para ganar y otro para perder;
uno para retener y otro para desechar.
Hay un tiempo para rasgar y otro para coser;
uno para callar y otro para hablar.
Hay un tiempo para amar y otro para odiar;
uno para hacer la guerra y otro para hacer la paz.
¿Qué provecho saca el que se afana en su trabajo? He observado todas las tareas que Dios ha encomendado a los hombres para que en ellas se ocupen.
Todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él; pero el hombre no puede abarcar las obras de Dios desde el principio hasta el fin.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Lucas
Lc 9, 18-22
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Oración
Jesús, anhelo llegar eternamente a tu presencia, yo también muero porque no muero, pero tengo total convicción de que aquí me tienes porque puedo servirte en algo, y eso me da una dicha inmensa; úsame como mejor te parezca, Señor, y luego, cuando lo juzgues conveniente, llévame contigo a gozar de la bienaventuranza eterna; llévame a tus pies, para vivir abrazado a ti por toda la eternidad.
Acción
Hoy pensaré en qué cosas tendría pendientes de hacer si hoy muriera y tomaré cartas en el asunto, pues nadie sabe ni el día ni la hora.
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