Evangelio Del Día Viernes 3 de Marzo | Dejar El Hogar | Hoy en Oración

3 de mar. de 2023 · 7m 36s
Evangelio Del Día Viernes 3 de Marzo | Dejar El Hogar | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 03 DE MARZO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Morado I Semana del Tiempo de Cuaresma Liturgia de las Horas Tomo II I...

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Evangelio Diario
LITURGIA - 03 DE MARZO DE 2023
Ciclo A - Año I - Color Morado
I Semana del Tiempo de Cuaresma
Liturgia de las Horas Tomo II
I Semana del Salterio
Primera Lectura Ezequiel 18, 21-28
Salmo 129
Evangelio Mateo 5, 20-26

“Deja tu ofrenda y vete a reconciliarte”

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (D. Félix García O.P.)
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado?
Parece importante la conversión primero y mantener la fidelidad después. En este primer viernes de cuaresma se nos recuerda que cuando el que hace el mal y sigue un arrepentimiento, Dios olvida el mal y admite al que fue malvado en su familia.

Pero ¿qué me dice a mi Ezequiel? Si medito seriamente en mi conducta puedo ver con claridad que oscilo constantemente entre una banda y otra. Hago el mal y me transformo en reo, pero si me arrepiento y vuelvo al camino de la justicia, de nuevo soy admitido en la familia de los justos. Desaparece mi condena y vuelvo la bendición.

Creo que esta es mi realidad: oscilar de un punto a otro a lo largo de mi vida. Ciertamente trato de hacer el bien, de ser justo, pero soy un ser humano, creado falible y, en consecuencia, proclive a las recaídas. Esa es una muestra de la misericordia de Dios: permitirme caer y levantarme, siempre en guardia para practicar la justicia y sabiendo que Dios no quiere mi condena, sino que modifique mi conducta y vuelva al camino de la salvación.

Este Dios veterotestamentario que lleva cuenta de los delitos y parece estar solamente vigilante, esperando los fallos para aplicar el castigo o los aciertos para dar el premio, mudará la severidad de su rostro cuando nos lo presente Jesús de Nazaret. Dejará de ser este Dios inflexible de Ezequiel, para aparecer como el ABBA, el Padre bueno que otea el camino esperando ver la silueta del hijo que marchó, para abrir sus brazos y acogerlo, -acogerme-, en ellos. Creo que Dios está siempre al otro lado de la puerta de la vida con los brazos abiertos y dispuesto a recibirme, buscándome como oveja perdida de su rebaño, para darme una y otra y otra oportunidad de volver a ser su hijo, si me dejo querer. Dios siempre va a respetar mi libertad de elección pero me dice, como escuchamos en el Tenorio, que basta un punto de contrición a la puerta de la tumba.

Deja allí tu ofrenda y vete a reconciliar con tu hermano
Si nuestra justicia no es mayor que la que imponen los que presumen de justos y cumplidores fieles de la ley, ¡cuidado!, puede que estemos cayendo en una posición farisaica de intransigencia y dureza en la aplicación de una ley que puede no venir de Dios, sino del propio ego fundamentalista y, seguramente, equivocado. Seamos, pues, “no-jueces” para nuestros prójimos. No nos arroguemos la facultad de juzgar, y mucho menos condenar, al hermano.

Y sigue un inevitable “pero”: Debemos ser jueces para nosotros mismos. Jesús da un fuerte golpe a la ley del talión. El ojo por ojo pierde toda eficacia para dar paso al absoluto respeto al prójimo. Un simple insulto lleva aparejado un castigo; imbécil y necio, dos adjetivos que aplicamos con tanta frecuencia llevan aparejados fuertes castigos. Pero lo más notable de este discurso de Jesús está en la imposibilidad de presentar una ofrenda sobre el altar si tu hermano tiene algo contra ti. No se trata de que le hayas ofendido, sino de que él tenga algo contra ti. Si tu hermano está molesto contra ti, no prosigas con tu ofrenda, que no será admitida por Dios. Primero es necesario ponerte a bien con el hermano, seas o no culpable, y después proseguir con la ofrenda.

Si esto lo trasladamos a nuestras vidas, tendríamos muchos problemas para que Dios acepte nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras propias limosnas, si seguimos teniendo en la mente y el corazón una sombra de rencor contra un hermano. Es frecuente escuchar: “yo perdono, pero no olvido”, dando a entender que el perdón no se ha completado, que queda algo pendiente de liquidar entre ambos y, en estas condiciones, no estamos preparados para que Dios nos escuche.

Nos lo pone difícil Jesús, porque en el fondo del alma, tal vez perdido en la sentina, puede que tengamos un pequeño granito de arena rencorosa. Y tenemos que esforzarnos en limpiar completamente los sótanos de nuestro barco, para poder acercarnos a Dios.

¿Estaremos lo suficiente limpios para poder presentarnos ante Dios?
Menos mal que Dios no lleva cuenta de los delitos y solo podemos esperar de él la redención copiosa.


LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de Ester
Ez 18, 21-28
Esto dice el Señor: “Si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos, guarda mis preceptos y practica la rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no me acordaré de los delitos que cometió; vivirá a causa de la justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, dice el Señor, y no más bien que enmiende su conducta y viva?
Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, no se recordará la justicia que hizo. Por la iniquidad que perpetró, por el pecado que cometió, morirá. Y si dice: ‘No es justo el proceder del Señor’, escucha, casa de Israel: ¿Conque es injusto mi proceder? ¿No es más bien el proceder de ustedes el injusto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”.


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.


Oración
Sé, Señor, que no quieres mi muerte o castigarme, sino que en realidad estás sostenidamente comprometido con mi salvación, sé que el anhelo de tu gran corazón es que escuche tu voz e instrucción, que enmiende mi camino y que viva realmente. Quiero esa vida, Señor, la vida según tus mandamientos, la vida que tú pensaste para mí, una vida de abundancia, prosperidad y felicidad sin fin, dame tu gracia para asemejarme cada día más a ti y que mis deseos estén fundados en tu querer.

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Hoy repetiré constantemente: "Señor, dame tu vida".
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