La maestra que fundó un pueblo entero para sus estudiantes
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Descripción
Casi que fue error o casualidad. Cuando a Luz Nellis Camacho le preguntaron cuál escuela elegiría para enseñar por primera vez, luego de graduarse de la escuela normal de Cartagena,...
mostra másArroyo El Medio, la comunidad donde estaba el colegio, no era precisamente un pueblo, sino un conjunto de fincas desperdigadas. Su sorpresa fue mayor cuando a su primera clase apenas asistieron cuatro estudiantes. “¿Qué está pasando? ¿Será porque se fueron los maestros? Decidí averiguar con los niños que llegaron, pero no me querían hablar. Era todo difícil porque tenían miedo de hablar”, explica Luz Nellis en un nuevo episodio de Mejor Colombia, un pódcast que recoge historias de resiliencia contadas desde el corazón de las regiones del país.
Como primer gran reto, Luz Nellis se dio a la tarea de convocar a todos los estudiantes ausentes. Se ideó una fiesta de amor y amistad, hicieron una olla comunitaria y repartieron torta. Reunió en total a 28 estudiantes y por fin pudo hablar en confianza con la comunidad para entender el gran problema.
Las familias ausentes se habían ido huyendo de la guerra y los pocos presentes tenían los mismos planes. Muchos de ellos venían desplazados de un territorio cercano al Carmen de Bolívar, por lo que llegaron a la vereda Santa Fe de Icotea y luego a Arroyo El Medio, de dónde ahora empezaban a partir.
No pasó mucho tiempo para que Luz Nellis entendiera las razones de la comunidad: “Nos tocó duro porque en las noches pasaban cosas. Y, cuando llegábamos en la mañana, veíamos la tristeza de las familias: que se llevaron a un hijo, que se llevaron a mi hermano… Eso lo vi en el colegio”, cuenta.
Luz Nellis entendió que la comunidad tenía que buscar un nuevo lugar, pero ella quería que fuera uno donde pudieran continuar su vida de campesinos. Lo primero que hizo fue conseguir un terreno, cerca al corregimiento de Matuya, a donde pudiera trasladar el colegio. Usó la mitad de su sueldo, pidió ayuda a conocidos y convenció con mucho esfuerzo al dueño del terreno para que le vendiera, aunque fuera un pedazo de esa tierra en la que se alzaba un enorme árbol de mango. Lo logró.
El reto no paraba allí: aún hacía falta un espacio para la comunidad. Esta es la historia de cómo lo hizo.
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