Regreso a San Miguel (o el por qué de mi ausencia)
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Descripción
Regreso a San Miguel, por Nicolás Della Vecchia. El lunes treinta de mayo bajaba en el ascensor de mi edificio en Madrid, muy feliz, preparando un nuevo capítulo de la...
mostra másEl lunes treinta de mayo bajaba en el ascensor de mi edificio en Madrid, muy feliz, preparando un nuevo capítulo de la libreta de Nico con todo lo vivido en el torneo de la Premier en Roma.
En la suntuosa capital italiana. En su afamado foro itálico, en sus tribunas, y sobre todo, dentro de la pista central donde se disputó uno de los mejores torneos de pádel que yo recuerde.
Por el marco, por la excelencia, por lo vivido fuera, en la tribunas, y dentro, en la pista con una de las mejores finales que se recuerden.
Sin embargo, el destino, tenía preparada una jugada muy diferente.
Suena mi móvil, me pongo contento porque en la pantalla aparece el nombre de mi ahijado Fer.
Su voz, un poco más seria de lo habitual, me adelantaba que tenía que hablar conmigo. En el ascensor no iba a escucharlo bien, por lo que le dije que en 3 minutos lo llamaría.
Cuando pude hacerme un espacio, lo llamé. Yo, feliz, radiante. Por todo lo acontecido y lo vivido en Italia. Me dice: "atropellaron a la abuela."
A su abuela. Es decir, a mi madre.
Pareció que el edificio se me caía encima.
Y por unos instantes no supe qué decir.
A mí, que generalmente me sobran las palabras, me sobran las ideas, me sobran los pensamientos. No tenía la lucidez, o la valentía, para poder preguntar.
Está bien, me dijo Fernando, está bien. La llevamos al hospital, la están atendiendo.
Y sinceramente, no me quedaba ninguna neurona en funcionamiento.
No tuve ninguna duda de que las cosas no estaban bien. Primero porque en el hospital de San Miguel las cosas no funcionan como deberían. En la sanidad Argentina las cosas no funcionan como deberían. Quizás en todo el mundo las cosas no funcionen en la sanidad como deberían. ¿Por qué iba a ocurrir eso en mi país?
Un país vaciado económica, educativa y hospitalariamente hablando.
¿Entonces?
Repregunté, que pasó Fer? No sabemos muy bien, me respondió tímidamente, la atropelló un coche, pero… Ese tono vacilante era fácil de detectar que no estaba diciendo toda la verdad. Mi madre con noventa años, seguramente, estaría pasándola mal. Y yo todavía tenía que ir a dar clases y seguir con mi rutina de lunes.
Di las clases. Cuando terminaron las clases me puse a hablar, primero conmigo mismo, y luego con mi Rose.
Para establecer un plan.
No quería apresurarme. No quería tomar ninguna decisión de la que luego pudiera arrepentirme. E inmediatamente tomé la decisión de aguardar hasta la mañana siguiente. Esperando que mi fiel compañera, la almohada, me diera la solución esperada.
Fue imposible pegar un ojo.
Y todas las cuestiones pasaron a ser secundarias.
Había muchos muchos temas en el medio. Y no sabía por dónde decidir.
Era evidente que por más que luego hablara con mi madrina, y me diera una versión similar a la de mi sobrino, las cosas no estaban claras todavía.
Y yo preferí estar cerca de mi madre.
Sea lo que fuera que estaba ocurriendo.
Así que tomé el primer vuelo que estaba disponible el miércoles por la noche de Madrid. Y llegué el jueves a la mañana a Buenos Aires.
Mi propio Ahijado me fue a buscar al aeropuerto de Ezeiza y me llevó directamente al Sanatorio donde llegamos a las 8 de la mañana. Justamente ya estaba mi primo hermano Mario. Nos encontramos de casualidad porque había tomado la decisión de quedarme directamente ahí, en el sanatorio. Mi madrina había pasado la noche, cuidando a mi madre y ahora me tocaba a mí.
Pasé una noche terrible. Primero porque llevaba desde la noche del lunes sin dormir. En el vuelo del miércoles dormí mucho menos. Y encima, un tanto incómodo. No es fácil meter un metro ochenta y tres, y más de cien kilos en un asiento de la aerolínea.
Pero esa noche del jueves jamás me la voy a olvidar. Mi madre estaba nerviosísima por la situación. Por haberse despertado y haberse encontrado conmigo, que por un lado le daba un poco de paz y de tranquilidad, y por el otro se estaría preguntando, ¿qué hace su hijo acá?
Por la tarde habló con mis primos. Y parecía bastante lúcida. Aunque muy dolorida. Pero luego de la cena todo se empezó a trastocar. Mi madre no daba crédito a lo ocurrido y se empezó a poner cada vez más nerviosa. Y esos nervios hicieron que los médicos le dieran alguna droga para tranquilizarla. Y esa droga en vez de calmarla, la puso más nerviosa. La enfadó más. La desquició. Y la hizo volver en el tiempo a la época en que vivió la guerra italiana. Gritaba que estaba secuestrada, que eran más de cien, y que no podían escapar, que por favor, alguien le ayudara. Mi madre me trataba como un desconocido y con el correr de las horas pasé a ser su enemigo. Había perdido su punto de lucidez y estaba en una nebulosa.
De la cual no podía salir y cada vez veía más espesa la bruma. Más espesa y más oscura.
Les cuento esto porque mi madre fue atropellada por un coche, tiene quebradas las dos piernas y la pelvis.
El coche quedó peor.
Con un bollo en el capó, con el parabrisas roto, donde mi madre estrelló su cabeza después de haber volado. Y luego, al caer al piso se habrá hecho todos los demás moretones que tuvo por más de un mes.
Como yo no estaba, no quiero comentan mucho más sobre el accidente, pero hay muchas versiones.
Todo esto que les estoy contando me hizo hacer un curso acelerado de enfermería, de cuidados intensivos, y de mimos hacia mi madre para tratar de controlarla un poco y de llevarla a vivir sus días en un poco de paz y de tranquilidad, mejorando su estado de ánimo.
Como comprenderán
no tenía fuerzas, ni ánimos, ni siquiera tenía imaginación para dedicarme a lo que más me gusta que es contar experiencias y vivencias a través de @lalibretade nico para todos Uds. que me siguen y me leen.
Los días no están siendo todo lo fáciles que yo quisiera.
Pero acá estoy, aprendiendo. A entrenar a la persona que me entrenó a mí toda la vida. Acá estoy para para cuidar y mimar. Y proteger a la persona que no solo me dio la vida sino que me inculcó los valores y las buenas costumbres. Estoy tratando de ser lo mejor posible. Como persona, como hijo, como entrenador y no es nada fácil la tarea.
Espero que a partir de ahora puedan comprender un poco mejor mi ausencia.
Volveremos en breve con @lalibretadenico.
Hay mucho por contar.
Un abrazo a todos y muchas gracias a los que han preguntado por mí y por mi madre.
Información
Autor | La Libreta de Nico |
Organización | Rosa Jiménez Cano |
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