Roger Swidorowicz audio de Meditaciones de Marco Aurelio - LIBRO 9 Parte 7 - Audio 2021

18 de abr. de 2021 · 7m 39s
Roger Swidorowicz audio de Meditaciones de Marco Aurelio - LIBRO 9  Parte 7 - Audio 2021
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Roger Swidorowicz audio de Meditaciones de Marco Aurelio - LIBRO 9 Parte 7 - Audio 2021 40. O nada pueden los dioses o tienen poder. Si efectivamente no tienen poder,...

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40. O nada pueden los dioses o tienen poder. Si efectivamente no tienen poder, ¿por qué
suplicas? Y si lo tienen, ¿por qué no les pides precisamente que te concedan el no temer nada
de eso, ni desear nada de eso, ni afligirte por ninguna de esas cosas, antes que pedirles que no
sobrevenga o sobrevenga alguna de esas cosas? Porque, sin duda, si pueden colaborar con los
hombres, también en eso pueden colaborar. Pero posiblemente dirás: «En mis manos los
dioses depositaron esas cosas.» Entonces, ¿no es mejor usar lo que está en tus manos con
libertad que disputar con esclavitud y torpeza con lo que no depende de ti? ¿Y quién te ha
dicho que los dioses no cooperan tampoco en las cosas que dependen de nosotros? Empieza,
pues, a suplicarles acerca de estas cosas, y verás. Éste les pide: «¿Cómo conseguiré acostarme
con aquélla?» Tú: «¿Cómo dejar de desear acostarme con aquélla?» Otro: «¿Cómo me puedo
librar de ese individuo?» Tú: «¿Cómo no desear librarme de él?» Otro: «¿Cómo no perder mi
hijito?» Tú: «¿Cómo no sentir miedo de perderlo?» En suma, cambia tus súplicas en este
sentido y observa los resultados.
41. Epicuro dice: «En el curso de mi enfermedad no tenía conversaciones acerca de mis
sufrimientos corporales, ni con mis visitantes, añade, tenía charlas de este tipo, sino que
seguía ocupándome de los principios relativos a asuntos naturales, y, además de eso, de ver
cómo la inteligencia, si bien participa de las conmociones que afectan a la carne, sigue
imperturbable atendiendo a su propio bien; tampoco daba a los médicos, afirma, oportunidad
de pavonearse de su aportación, sino que mi vida discurría feliz y noblemente.»
En consecuencia, procede igual que aquél, en la enfermedad, si enfermas, y en cualquier otra
circunstancia. Porque el no apartarse de la filosofía en cualquier circunstancia que
sobrevenga, y el no chismorrear con el profano el estudioso de la naturaleza, es precepto
común a toda escuela dedicarse únicamente a lo que ahora se está haciendo y al instrumento
gracias al cual actúa.

42. Siempre que tropieces con la desvergüenza de alguien, de inmediato pregúntate: «¿Puede
realmente dejar de haber desvergonzados en el mundo?» No es posible. No pidas, pues,
imposibles, porque ése es uno de aquellos desvergonzados que necesariamente debe existir en
el mundo. Ten a mano también esta consideración respecto a un malvado, a una persona
desleal y respecto a todo tipo de delincuente. Pues, en el preciso momento que recuerdes que
la estirpe de gente así es imposible que no exista, serás más benévolo con cada uno en
particular. Muy útil es también pensar en seguida qué virtud concedió la naturaleza al hombre
para remediar esos fallos. Porque le concedió, como antídoto, contra el hombre ignorante, la
mansedumbre, y contra otro defecto, otro remedio posible. Y, en suma, tienes posibilidad de
encauzar con tus enseñanzas al descarriado, porque todo pecador se desvía y falla su objetivo
y anda sin rumbo. ¿Y en qué has sido perjudicado? Porque a ninguno de esos con los que te
exasperas, encontrarás, a ninguno que te haya hecho un daño tal que, por su culpa, tu
inteligencia se haya deteriorado. Y tu mal y tu perjuicio tienen aquí toda su base. ¿Y qué tiene
de malo o extraño que la persona sin educación haga cosas propias de un ineducado? Procura
que no debas inculparte más a ti mismo por no haber previsto que ése cometería ese fallo,
porque tú disponías de recursos suministrados por la razón para cerciorarte de que es natural
que ése cometiera ese fallo; y a pesar de tu olvido, te sorprendes de su error. Y sobre todo,
siempre que censures a alguien como desleal o ingrato, recógete en ti mismo. Porque
obviamente tuyo es el fallo si has confiado que tenía tal disposición, que iba a guardarte
fidelidad, o si, al otorgarle un favor, no se lo concediste de buena gana, ni de manera que
pudiese obtener al punto de tu acción misma todo el fruto. Pues, ¿qué más quieres al
beneficiar a un hombre? ¿No te basta con haber obrado conforme a tu naturaleza, sino que
buscas una recompensa? Como si el ojo reclamase alguna recompensa porque ve, o los pies porque caminan. Porque, al igual que estos miembros han sido hechos para una función
concreta, y al ejecutar ésta de acuerdo con su particular constitución, cumplen su misión
peculiar, así también el hombre, bienhechor por naturaleza, siempre que haga una acción
benéfica o simplemente coopere en cosas indiferentes, también obtiene su propio fin. marco aurelio, filosofia, autoayuda,Roger swidorowicz, epicteto, sartre, hegel, kant, sofistas, historia, roma, nietzsche, historia de la filosofia,
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