Santiago Roncagliolo. Abril Rojo. Alfaguara, Madrid, 2006. 328 pp.

Todo empieza cuando el Fiscal Distrital Adjunto Félix Chacaltana Saldívar termina de redactar el informe del deceso de un cadáver de un hombre desconocido, al comienzo de la semana Santa del año 2000; es decir una década después de la violencia que desató Sendero Luminoso en el Perú. Y es importante mencionar este momento, este año, porque lo que Abril Rojo narra son las secuelas de la guerra: aunque la guerra misma podría resurgir en cualquier instante. ¡Claro! porque, sencillamente, la pacificación no logró erradicar lo esencial: los traumas profundos de la sociedad y que, en la novela, lo encarnan los personajes: un fiscal legalista que oculta un pasado criminal; un militar perverso que es ajusticiado arbitrariamente; una joven, ex guerrillera, abusada por el fiscal, y un comandante militar que administra el poder con una impunidad elevada al rango de única ley.
Abril Rojo es una novela cruda, violenta en cada página, y muy descarnada. Si estuviera al margende los aspectos políticos de la sociedad peruana, de la deriva violenta del Partido comunista, de la represión militar, de las elecciones fraudulentas y de la injusticias sociales y de los prejuicios raciales, Abril Rojo podría clasificarse como una perfecta novela de horror.
Y todo ese horror está sintetizado en la conducta perversa del Fiscal Félix Chacaltana, cuya explicación parece encontrarse en el sufrimiento que le causo el maltrato paterno, en su incapacidad de relacionarse con las mujeres y en la idealización que hace de su madre. Pero Chacaltana quiere sublimar esos traumas, inventándose una vida pública de funcionario prolijo, eficiente, apegado a las formalidades discursivas y a un vestir elegante.
Esta novela se presenta muy pertinente, en este momento en el cual transcurren unas nuevas elecciones en el Perú.