Durante su segundo viaje misionero, Pablo y sus acompañantes llegaron a la ciudad de Tesalónica, una de las más importantes de la provincia de Mace-donia. Dios bendijo de tal manera la predicación del evangelio, que algunos judíos creyeron «junto con una gran multitud de griegos temerosos de Dios
nuchas de las mujeres principales» (Hechos 17:4). Los judíos incrédulos, llenos de celo, ciaron una fuerte persecución y obligaron a los misioneros a salir de la ciudad. Más elante, Pablo decidió enviarles a Timoteo para saber cómo estaban en la fe (1 Tesaloni-1ses 3:2-5), y este regresó con un informe muy alentador de la condición espiritual de a joven iglesia, y le trajo la noticia del amor que tenían por él y por los demás misioneros.