1Samuel-065 El gran descuido de Elí

31 de mar. de 2023 · 8m 14s
1Samuel-065 El gran descuido de Elí
Descripción

Elí, sacerdote y juez de Israel vivía en Silo, donde estaba el arca del pacto. Este tenía dos hijos que eran sacerdotes también, Ofni y Finees. Elí era ya un...

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Elí, sacerdote y juez de Israel vivía en Silo, donde estaba el arca del pacto. Este tenía dos hijos que eran sacerdotes también, Ofni y Finees. Elí era ya un hombre mayor cuando lo vemos en los primeros capítulos del libro. En las escenas en las que este aparece, está o sentado o acostado, dándonos a entender que su movilidad era limitada, y nos dice el texto que era pesado y la vista le fallaba.

Ofni y Finees, aunque eran sacerdotes que ejercían trayendo los sacrificios de las personas a la presencia de Dios, nos dice 1 Samuel 2:12 que “eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová.”

Nos cuenta el capítulo 2 que estos tenían criados que venían mientras la carne del sacrificio se estaba cociendo, y metiendo un tenedor grande guardaban lo que sacaran para el sacerdote. Hacían esto con todo el que venía a Silo, e incluso tomaban carne del sacrificio antes de que se quemara la grasa que debía ser ofrecida en holocausto al Señor.

Cuando alguien se quejaba, estos lo amenazaban con la fuerza, y el versículo 17 nos dice que “Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová.”

Su comportamiento había hecho que los que venían a ofrecer menospreciaran la ceremonia de las ofrendas que eran para Dios. Al ver el pecado de los que debían ser los siervos de Dios, los que venían a Silo pecaban de menosprecio a lo que debía ser santo, y esto a causa del pecado de sus líderes.

No solo tomaban los hijos de Elí la ceremonia a Dios en vano, sino que cometían pecados de índole moral.
1 Samuel 2:22 dice “Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.”

Elí, al ver la mala reputación de sus hijos finalmente lo vemos hablar con ellos, confrontándoles sobre lo que se decía de ellos,

“Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová.
Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?”

Mas nos dice el texto que estos no atendieron a las palabras de su padre. Parece que Elí había descuidado durante años la educación de sus hijos, a la hora de disciplinar y guiarlos. No lo digo yo, lo dice el Señor cuando le habla a Elí en el versículo 19:

“¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?

Dios no había estado ignorando todo lo que estaba ocurriendo. Los que debían estar guardando el tabernáculo y santificando los sacrificios a Dios los estaban “hollando”, pisoteando lo que Dios había declarado santo. Dios acusa a Elí y sus hijos de haberse engordado de las ofrendas del pueblo. Dios va aún más lejos y le acusa de no haber estorbado a sus hijos cuando estos habían blasfemado contra Dios (1 Samuel 3:13).

Con su comportamiento hacia sus hijos, Elí había honrado a sus hijos más que a Dios mismo. Dios le dice “yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.”

En el capitulo dos, Dios anuncia a Elí que sus hijos morirán en un mismo día, y le dice que su familia no seguirá juzgando a Israel. En el capítulo siguiente, Dios le confirma a Samuel su determinación de acabar con la vida pecaminosa de Ofni y Finees, y en el capítulo cuatro, durante una batalla con los filisteos, Elí recibe noticias de que sus hijos han muerto y el arca del pacto ha sido tomada por los filisteos. Curiosamente leemos que la noticia del arca es lo que hace a Elí sufrir un infarto que acabaría con su vida. Él ya esperaba el juicio de Dios sobre sus hijos, mas vemos que el corazón de Elí amaba a Dios y le sobresaltó la idea de que el arca donde moraba la presencia de Dios ya no estaba con los israelitas.

Así vemos a Elí, un hombre que amaba a Dios, pero se había acomodado, descuidando el bienestar espiritual de sus hijos. Estos habían crecido “en la congregación”, pero como vimos al principio del capítulo dos, no conocían a Dios. Habían seguido costumbres y ritos, hasta el punto en que habían llegado a ejercer el sacerdocio, pero no tenían una relación personal con Dios. Habían hecho del sacerdocio un negocio del que vivían, y no un ministerio por el que vivían.

Elí había ignorado el estado de sus corazones por mucho tiempo, quizás por estar ocupado en los asuntos del sacerdocio. Cuando todos podían ver las acciones de sus hijos, nos dice el texto que era demasiado tarde para influenciarlos. Parece que Elí había sido el último en notar la condición espiritual de sus hijos.

En la vida se puede aprender de ejemplos positivos y de ejemplos negativos, y aquí Elí es un ejemplo negativo para nosotros, para que aprendamos de sus errores y no descuidemos el discipulado de nuestros hijos, y podamos así regocijarnos de verlos viviendo para Dios.

Como leemos en el cuarto versículo de la tercera epístola de Juan “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.”

Que Dios nos de sabiduría para comunicar la verdad del evangelio a nuestros hijos y no olvidar la exhortación de Deuteronomio 6:

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”

Y que no sea tan solo compartirlas con nuestros hijos. Para que la enseñanza sea eficaz, debemos demostrarlas en nuestras propias vidas, y llamar la atención a tiempo cuando ellos no las estén viviendo. No queremos que Dios nos tenga que acusar de honrar a nuestros hijos más que Él por no amonestarlos cuando blasfeman el nombre de Dios con sus acciones. Y principalmente, atendiendo a Su Palabra, debemos pedir a Dios que sea Él el que haga la obra en nosotros y en ellos, porque como dice Filipenses 2:13, “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Que Dios nos ayude a santificar Su nombre.
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Autor David y Maribel
Organización David y Maribel
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