La adicción al sexo no es un fenómeno nuevo, pero su prevalencia y sus repercusiones han ido en aumento. Un problema que representa un desafío cada vez mayor para la salud pública y la comunidad científica. Los expertos destacan que la falta de un diagnóstico claro refleja el desconocimiento generalizado sobre esta patología. La forma para referirse al problema que presentan las personas adictas al sexo ha evolucionado en la última década. De hecho en 2019, llegó por fin un acuerdo y la Organización Mundial de la Salud decidió incluirlo como ‘diagnóstico de trastorno por comportamiento sexual compulsivo’. Hablamos con Ignacio Obeso, neurocientífico e investigador del Centro Internacional de Neurociencia Cajal del CSIC. Obeso profundiza en la neurobiología detrás de este trastorno en el marco del Congreso conjunto de la Sociedad Española de Patología Dual y la Sociedad Mundial de Patología Dual. El ascenso alarmante de la adicción al sexo ha despertado una mayor conciencia en la sociedad contemporánea. "La adicción al sexo se está diagnosticando cada vez más", afirma Obeso, quien señala un cambio significativo en la percepción social de la sexualidad. Lo que alguna vez fue visto como positivo, ahora se reconoce como un problema de salud pública en aumento. El perfil de los pacientes atendidos en la unidad de Madrid, donde Obeso colabora, refleja esta tendencia. Además de la adicción al sexo, se tratan otras adicciones comportamentales como el juego patológico y el uso compulsivo de redes sociales. La apertura de esta unidad ha permitido que más personas reconozcan y busquen ayuda para sus problemas, lo que sugiere una mayor sensibilidad hacia estos trastornos. La adicción al sexo no es un fenómeno nuevo, pero su prevalencia y sus repercusiones han ido en aumento. Obeso destaca las señales de alerta que pueden indicar un problema: un aumento en la complejidad de las conductas sexuales, una búsqueda constante de estimulación, cambios emocionales asociados con la abstinencia y una priorización excesiva del sexo en la vida diaria. Desde una perspectiva neurocientífica, Obeso explica cómo el sistema de recompensa del cerebro interactúa con la anticipación del placer sexual, creando un ciclo de búsqueda y consumo que puede ser difícil de controlar. Este desequilibrio entre las regiones límbicas y la corteza prefrontal puede llevar a comportamientos compulsivos y a una pérdida de control sobre la conducta sexual. El tratamiento de la adicción al sexo requiere un enfoque multidisciplinario que combine la psicofarmacología y la psicoterapia. Si bien las terapias cognitivo-conductuales han demostrado ser efectivas en muchos casos, Obeso reconoce que los casos graves aún presentan desafíos significativos. Se están explorando nuevas herramientas como la neuromodulación para abordar estos casos resistentes al tratamiento convencional. A pesar del progreso en la comprensión y el tratamiento de la adicción al sexo, Obeso destaca que aún queda mucho por hacer. La falta de un diagnóstico claro en el DSM-5 refleja el desconocimiento generalizado sobre esta patología. Obeso aboga por una mayor investigación para comprender las diferentes manifestaciones de la adicción al sexo y desarrollar tratamientos más específicos y efectivos. En conclusión, la adicción al sexo representa un desafío cada vez mayor para la salud pública y la comunidad científica. Con un enfoque integral que combine la investigación neurocientífica con la práctica clínica, es posible abordar este problema en constante evolución y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen. See
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