Corintios-098 ¿Quién ha de juzgar?

30 de may. de 2024 · 7m 45s
Corintios-098 ¿Quién ha de juzgar?
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En la segunda parte de la primera carta a los Corintios, Pablo trata una serie de temas por los que la iglesia de Corinto había preguntado. Habían preguntado sobre si...

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En la segunda parte de la primera carta a los Corintios, Pablo trata una serie de temas por los que la iglesia de Corinto había preguntado. Habían preguntado sobre si era mejor servir al Señor casado o soltero, o si era lícito comer lo sacrificado a los ídolos. Pablo contestaría estos temas, pero antes, en el capítulo 6, les amonesta sobre algo que había llegado a sus oídos. Algunos de la congregación, habiendo tenido algún desacuerdo con otro creyente, había denunciado el caso para que un juez decidiera sobre el asunto. Pablo consideraba esto como desacertado, ya que dos cristianos que están en desacuerdo deberían poder llegar a un acuerdo sin necesidad de que un juez tenga que mediar. Dice Pablo en los primeros dos versículos: 

“¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

Si Dios ha anunciado que en el juicio final, nosotros juzgaremos la Tierra con Él, dice Pablo, ¿cómo no vamos a poder juzgar las pequeñeces que nos dividen?

“Así que, (prosigue Pablo) por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.”


¿Tiene sentido que dos creyentes tengan que ir a juicio? Lo ideal sería que entre cristianos, primeramente, no hubiera pleitos; que como dice el texto intentáramos por un lado no defraudar al hermano, y cuando nos sintamos defraudados, soportáramos el agravio sin causar pleitos. Mas cuando estos surjan, busquemos ayuda entre hermanos, para llegar a un acuerdo sin tener que llevar las discusiones a las instituciones públicas.

Las aclaraciones de Pablo sobre diversos temas se encuentran en diferentes capítulos. Los corintios habían preguntado sobre qué era mejor, si servir al Señor estando casado (como lo estaba Pedro), o si era mejor estar soltero, como era el caso de Pablo. Específicamente parece que su pregunta trataba la situación de viudos y viudas. Hay incluso buenos motivos para creer que Pablo había perdido a su esposa en su juventud, antes de conocer a Cristo. Pablo es muy cercano y sincero en su respuesta, dando tanto los beneficios como los inconvenientes de cada situación. Expresa que mejor sería si un viudo o una viuda no se volviera a casar, porque así tendría más libertad para servir al Señor, sin tener que repartir el tiempo entre las cosas de Dios y de la familia, pero asegura enfatizar que eso era su opinión personal, y que la relación íntima pertenecía exclusivamente al ámbito matrimonial. Pablo enfatiza que si uno estaba casado, debía permanecer con su esposa, y atender a su familia fielmente. Es probable que algunos, después de recibir el evangelio, hubieran sentido el deseo de salir como Pablo a compartir y ayudar a otros, mas Pablo quería dejar claro que los que están casados tienen una obligación personal a su familia, y no es correcto desatenderlos para “hacer la obra de Dios.” 


Otro tema que trató con ellos fue el de no ser tropiezo a otros. Así como tuvo que hablar a los de Roma sobre el principio del respeto por encima de los derechos personales, Pablo advierte a los corintios en el capítulo 8:8-9:  
“Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.”

Pablo dice, que no pecamos por comer carne que alguien ha sacrificado a los ídolos, pero podríamos pecar contra nuestro hermano por ser desconsiderados. Sería mejor abstenerse de “comer lo sacrificado a los ídolos” con tal de respetar la conciencia del que está con nosotros que disfrutar de las libertades que nos permita nuestra conciencia. Por eso dice el apóstol en el versículo 8:13  “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.”

El capítulo 10 concluye: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;
como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.” El apóstol tenía como prioridad el bienestar espiritual de su prójimo.

Durante las instrucciones a la observancia de la mesa del Señor, Pablo advierte:  “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”

Esta es una práctica que podemos hacer a menudo y no solo los días en que planeamos tomar la cena del Señor; hagámoslo cada día, tantas veces sea necesario. Examinémonos, no a la luz de lo que otros hacen o no hacen, sino a la luz de la Palabra que Dios nos ha revelado. 

Examinemonos para que no seamos juzgados. Sería mejor que soportáramos el oprobio cuando se trate de cuestiones personales reconociendo que Dios puede librarnos si quiere, o darnos lo que necesitamos durante la prueba. Elijamos respetar al prójimo para animarlo en el Señor, y pidamos a Dios que nos ayude a vivir según su justicia y su amor.
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Autor David y Maribel
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