Evangelios-026 El árbol se conoce por su fruto

12 de feb. de 2024 · 5m 41s
Evangelios-026 El árbol se conoce por su fruto
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¿Qué sucede cuando alguien dice ser cristiano y no vive conforme a los principios que vemos reflejados en la Biblia? Lo cierto es que uno no puede afirmar ni negar...

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¿Qué sucede cuando alguien dice ser cristiano y no vive conforme a los principios que vemos reflejados en la Biblia? Lo cierto es que uno no puede afirmar ni negar el arrepentimiento de otra persona o la sinceridad de la fe de otro. Pero Jesús enseñó que al igual que en la naturaleza, al árbol se le conoce por su fruto, podemos deducir lo que hay en el corazón de una persona por sus acciones y reacciones. Lucas 6:43-45 dice así:

Lucas 6:43-45 “No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”

A partir de este texto podemos aprender dos lecciones. En primer lugar, deberíamos poder ver en otros si su fe es verdadera, porque sus frutos, esto es, sus acciones y reacciones están en armonía con lo que Cristo modeló y la Palabra de Dios enseña.

De este modo, aunque una persona puede decir que conoce a Cristo, si sus obras son malas, si no muestra amor por el prójimo, si no trata a otros como espera que se le trate a él, si reacciona al mal con mal, está dando evidencias de no tener el Espíritu de Cristo en su interior. Así como la higuera debe llevar higos, aquellos que tienen el Espíritu Santo en ellos deben llevar el fruto del Espíritu Santo. ¿Y cuál es el fruto del Espíritu? “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. Si no vemos el fruto del Espíritu Santo en una vida, podríamos justamente dudar de la salvación de esta persona. Esto que en un principio suena como una práctica negativa puede resultar en una muestra de amor para esta persona. Porque lo peor que podría ocurrirle a cualquiera es que pensara que por algún rito que ha realizado en cierto momento o por una afirmación puntual en defensa de Dios ya va de camino al cielo. Nadie es salvo por sus prácticas religiosas o sus confesiones verbales. Solo el arrepentimiento genuino sellado con la fe en la obra salvadora de Cristo en la cruz puede asegurar la salvación de una alma. Cuando dudamos de la salvación de una persona, le hacemos un bien tratándolo como alguien que aún no ha experimentado la salvación en Cristo. Si lo tratamos como un cristiano, no le estamos dando la oportunidad de arrepentirse y comenzar una nueva vida en Cristo.

Sin embargo, dándole la vuelta al asunto, podemos encontrar una segunda lección en este texto. Si nosotras decimos que somos cristianas, deberíamos examinarnos a nosotras mismas, y pedirle al Espíritu Santo que nos muestre claramente que realmente somos fieles seguidoras de Cristo. Si nuestras acciones no muestran el fruto del Espíritu, o si reaccionamos de forma contraria a cómo Jesús reaccionó a las injusticias ¿cómo podemos saber que éste mora en nosotras? ¿es posible que no sea el rey de nuestra vida? ¿Es posible que sí lo hayamos conocido, pero que quizás tengamos al Espíritu Santo tan olvidado y contristado, como dice Efesios 4:30 que no hay evidencia de salvación en nuestra vida? El salmista pidió a Dios en el Salmo 139: 23-24: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.”

Esta es una muy buena oración. Hacemos bien en examinarnos y en pedir a Dios que nos examine periódicamente. Si no estamos siendo una luz clara, debemos arrepentirnos de nuestra desobediencia y permitir que el fruto del Espíritu Santo brote en nuestras vidas.
Que nuestro fruto sea fruto de arrepentimiento, (Mateo 3:8; Lucas 3:8) y el fruto del Espíritu sea obvio en nuestras vidas, de modo que se nos pueda identificar como verdaderas seguidoras de Cristo.
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Autor David y Maribel
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