Evangelios-043 El trigo, la cizaña, y la red
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Descripción
Mateo 13:24-30, 36-43, 47-50 Después de haber hablado de las diferentes reacciones a la Palabra de Dios, Jesús, “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante...
mostra másDespués de haber hablado de las diferentes reacciones a la Palabra de Dios, Jesús, “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.”
He leido que en los tiempos de los romanos, echar cizaña en los sembrados estaba prohibido. La cizaña es una planta que se asemeja a la planta del trigo, pero que no produce nada útil para el ser humano. Cuando se echaba en el campo, solía ser en campo ajeno y para perjudicar. Jesús siguió contando lo que sucedió después.
“Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”
Como podemos leer, los siervos se daban cuenta que la cizaña haría difícil la labor de recoger el fruto, ya que a primera vista, estas dos eran muy parecidas, pero estaban dispuestos a ir planta por planta intentando identificarlas y arrancar las que no eran provechosas. Mas el jefe dijo:
“No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.”
Su plan era bueno. Había suficientes nutrientes y suficiente tierra para que todo creciera. Cuando llegara el tiempo de la siega, recogerían el trigo y aquellas plantas sin el grano de trigo serían claramente identificadas como cizaña. Una vez más, el fruto sería el elemento distintivo entre ambas.
Los discípulos, cuando la gente ya se había marchado, se acercaron a Jesús y le pidieron:
“Explícanos la parábola de la cizaña del campo.”
Y “Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.”
Palabras claras y muy fuertes. El Señor está advirtiendo a través de los siglos que viene una siega final, donde quedarán claramente identificados aquellos que son de Dios y aquellos que no lo han aceptado como Señor y Salvador.
Jesús entonces compartió otra parábola similar, hablando de “una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.” Y concluye el Señor la parábola diciendo: “Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.”
Nos gustaría pensar que el final es feliz para todos, pero hasta en nuestras historias comprendemos que si el mal triunfa, el final no es feliz; un Dios de justicia ha de castigar el mal. No obstante, Dios está dando oportunidad de una conversión. La cizaña no se puede convertir en trigo en ninguna etapa de su crecimiento por sí sola, pero Dios puede transformar a un pecador en justo por el milagro de la salvación, como ha hecho con cada uno de los que hemos creído en Él. Es una preciosa realidad.
Que en el día del fin del siglo, pueda el sembrador identificarnos como suyos. Entonces resplandeceremos como el sol en el reino del Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
Información
Autor | David y Maribel |
Organización | David y Maribel |
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