MelP_564-1Cronicas_21_17
30 de may. de 2024 ·
2m 30s
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Descripción
«Y dijo David a Dios: ¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han...
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«Y dijo David a Dios: ¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío, sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu pueblo.» (1 Crónicas 21:17)
Al final del reinado de David encontramos el relato preocupante del censo pecaminoso del pueblo. A pesar de la sorprendente advertencia de Joab, David sigue adelante con el censo. Luego cuando manda Dios al profeta para anunciar la ira de Dios, David fríamente elige un castigo, sabiendo que afectará al pueblo. (Debo reconocer que en 2 Samuel 24:1 vemos que el pueblo había pecado contra Dios y por eso el castigo afectaba principalmente al pueblo.) Finalmente sólo cuando el ángel llegó a Jerusalén con una plaga de mortandad encontramos la confesión humilde del rey. David por fin reconoce su pecado contra Dios y que él merecía el castigo. Ojalá que esta humildad hubiera llegado al principio cuando Joab primero resistió el censo, o que David se hubiera humillado y confesado su pecado cuando vino el profeta de Dios con el anuncio del castigo. Pero luego contemplo mi propia vida. El pecado nos ciega y cuando tendríamos que reconocer el mal para resistir o huir, continuamos adelante como lo hizo David. Y cuando tendríamos que humillarnos y confesar nuestra culpa, muchas veces actuamos igual que David en esta historia. Es sólo más tarde que por fin cedemos a la convicción del Espíritu y nos arrepentimos.
Aprendamos del error de David y seamos prontos a ceder a la dirección del Espíritu para humillarnos, reconocer inmediatamente nuestro pecado y pedir perdón en Cristo. (David Bell)
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Al final del reinado de David encontramos el relato preocupante del censo pecaminoso del pueblo. A pesar de la sorprendente advertencia de Joab, David sigue adelante con el censo. Luego cuando manda Dios al profeta para anunciar la ira de Dios, David fríamente elige un castigo, sabiendo que afectará al pueblo. (Debo reconocer que en 2 Samuel 24:1 vemos que el pueblo había pecado contra Dios y por eso el castigo afectaba principalmente al pueblo.) Finalmente sólo cuando el ángel llegó a Jerusalén con una plaga de mortandad encontramos la confesión humilde del rey. David por fin reconoce su pecado contra Dios y que él merecía el castigo. Ojalá que esta humildad hubiera llegado al principio cuando Joab primero resistió el censo, o que David se hubiera humillado y confesado su pecado cuando vino el profeta de Dios con el anuncio del castigo. Pero luego contemplo mi propia vida. El pecado nos ciega y cuando tendríamos que reconocer el mal para resistir o huir, continuamos adelante como lo hizo David. Y cuando tendríamos que humillarnos y confesar nuestra culpa, muchas veces actuamos igual que David en esta historia. Es sólo más tarde que por fin cedemos a la convicción del Espíritu y nos arrepentimos.
Aprendamos del error de David y seamos prontos a ceder a la dirección del Espíritu para humillarnos, reconocer inmediatamente nuestro pecado y pedir perdón en Cristo. (David Bell)
Información
Autor | David y Maribel |
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