MelP_666-Nehemias_13_7
21 de jun. de 2024 ·
2m 30s
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Descripción
«para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios.»...
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«para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios.» (Nehemías 13:7)
Cuando los judíos volvieron a Jerusalén y empezaron otra vez a leer la Ley, entendieron que los otros pueblos que habitaban entre ellos no debían entrar en la congregación de Dios (13:1). Debemos entender esto en el contexto espiritual; o sea, los que no reconocían al Dios de Israel no formaban parte del pueblo de Dios. Justo en este contexto, Nehemías cuenta de cómo Eliasib, uno de los encargados del templo reconstruido, había entregado una de las cámaras sagradas a su consuegro Tobías. Cuando Nehemías volvió a Jerusalén y se enteró de que un hombre que no seguía al Dios del templo tenía una viviendo dentro del templo, dice “me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara” (13:8). Esta limpieza del templo nos prepara para el Señor Jesucristo que también encontró en el templo a los que no debían estar, no por su nacionalidad sino porque su propósito no fue el de adorar a Dios. Jesús también los arrojó del templo. Nosotros somos el templo de Dios. Debemos guardar nuestro templo y tener cuidado de no albergar en nuestra vida a aquellas cosas que son contrarias a Dios. Cuando el Espíritu de Dios nos hace ver en nosotros lo que es contrario a Dios, debe dolernos en gran manera y por el mismo Espíritu debemos arrojarlos fuera.
Pidamos hoy que Dios nos abra los ojos, y si hay algo en nuestra vida que no debe estar allí, arrojémoslo de nuestro templo para que Dios sea honrado en él. (David Bell)
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Cuando los judíos volvieron a Jerusalén y empezaron otra vez a leer la Ley, entendieron que los otros pueblos que habitaban entre ellos no debían entrar en la congregación de Dios (13:1). Debemos entender esto en el contexto espiritual; o sea, los que no reconocían al Dios de Israel no formaban parte del pueblo de Dios. Justo en este contexto, Nehemías cuenta de cómo Eliasib, uno de los encargados del templo reconstruido, había entregado una de las cámaras sagradas a su consuegro Tobías. Cuando Nehemías volvió a Jerusalén y se enteró de que un hombre que no seguía al Dios del templo tenía una viviendo dentro del templo, dice “me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara” (13:8). Esta limpieza del templo nos prepara para el Señor Jesucristo que también encontró en el templo a los que no debían estar, no por su nacionalidad sino porque su propósito no fue el de adorar a Dios. Jesús también los arrojó del templo. Nosotros somos el templo de Dios. Debemos guardar nuestro templo y tener cuidado de no albergar en nuestra vida a aquellas cosas que son contrarias a Dios. Cuando el Espíritu de Dios nos hace ver en nosotros lo que es contrario a Dios, debe dolernos en gran manera y por el mismo Espíritu debemos arrojarlos fuera.
Pidamos hoy que Dios nos abra los ojos, y si hay algo en nuestra vida que no debe estar allí, arrojémoslo de nuestro templo para que Dios sea honrado en él. (David Bell)
Información
Autor | David y Maribel |
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