RG-40 Hágase tu voluntad

6 de sep. de 2024 · 6m 36s
RG-40 Hágase tu voluntad
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Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Hoy nos centramos en...

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Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Hoy nos centramos en la frase hágase tu voluntad, para completar la primera parte de la oración modelo que Jesús compartió con sus discípulos cuando estos le pidieron que les enseñara a orar.

Hasta ahora hemos visto que en primer lugar, cuando oramos, nos estamos expresando ante el único y sabio Dios, el cual mora en los cielos. Si por fe en Cristo hemos sido adoptadas hijas de Dios, tenemos el privilegio de acercarnos al Dios santo, y debemos venir ante el trono con humildad y confianza, sabiendo que Él nos oye.
En segundo lugar, si vamos a Él en oración, debemos desear que su nombre sea santificado, y por lo tanto, debemos nosotras santificar su nombre a través de no solo nuestra alabanza personal, exaltando sus atributos, sino también a través de nuestro andar diario. Como Dios pide de sus hijos, “sed santos, como yo soy santo” (1 Pedro 1:16: Levítico 19-20).

En tercer lugar, hemos visto que todo aquel que se acerca a Dios en oración debe anhelar el reino de Dios, promoviendo la extensión de su reino espiritual ahora y esperando activamente su futuro reino definitivo aún por venir.

Como nos instruye el Señor en Mateo 6, debemos buscar primeramente el reino de Dios, y Él se encargará de suplir todo lo demás.

En cuarto lugar veremos hoy que el deseo de nuestro corazón al acercarnos a Dios en oración debe ser que Su voluntad sea hecha.

Es fácil usar la oración como un recurso para que Dios cumpla nuestros deseos, como si de un genio se tratara. Esta es una idea errónea de la oración. Más bien, debemos pensar en la oración como la manera en la que nos conectamos con Dios, para que nuestros pensamientos y deseos se alineen con los de Dios. Al concluir nuestro tiempo de oración con Dios, deberíamos salir renovados, sintiéndonos más cerca a Él, y deseando su voluntad.

1 Juan 5:14 nos alienta con estas palabras: “esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.” Y sabemos, por Romanos 12:2, que Su voluntad es buena, agradable y perfecta.

Hay ocasiones en las que su voluntad no parece la opción más fácil; aún cuando queremos hacer la voluntad de Dios nos es difícil encontrar la fuerza para llevarla a cabo. En esos instantes debemos ir a nuestro Padre celestial clamando, no mi voluntad, sino la tuya, Señor.

Jesús mismo nos dejó ejemplo cuando vino al Padre en oración pidiendo que la voluntad del Padre fuera hecha. En Lucas 22:41-44 leemos el pasaje estremecedor que narra la oración de Jesús la noche antes de su crucifixión:
“ y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”

Esta oración fue difícil para nuestro Señor. Jesús había venido para cumplir la voluntad del Padre, que Él sufriera la muerte de cruz para redimirnos. Pero ¿quién quisiera pasar tal sufrimiento? Jesús oró, no para convencer a Dios para que cambiara el plan, sino para que Dios le diera la fuerza necesaria para hacer su voluntad. Y Dios le envió un ángel para fortalecerlo.

Nota la intensidad con la que Cristo oraba; hasta el punto de que su sudor era como gotas de sangre. Y recuerda, no era para que Dios diera su brazo a torcer, sino para aceptar y cumplir Su voluntad. Así como en los cielos la voluntad del Padre prevalece, Jesús nos pide que oremos para que Su voluntad sea hecha aquí el la tierra, en nuestras vidas ahora.

Cuando ores, pide que tu voluntad sea hacer Su voluntad. Ruega que te de fuerzas para vivir Su plan en tu vida, y podrás decir con Cristo y con el salmista: El hacer tu voluntad, Dios mío me ha agradado.
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Autor David y Maribel
Organización David y Maribel
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