Santiago-160 Prontos para oír, tardos para hablar

28 de oct. de 2024 · 6m 17s
Santiago-160 Prontos para oír, tardos para hablar
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Prontos para oír, tardos para hablar Alguien ha dicho que Dios nos ha dado dos oídos, pero solo una boca, para que escuchemos más de lo que hablamos.  Santiago, como...

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Prontos para oír, tardos para hablar

Alguien ha dicho que Dios nos ha dado dos oídos, pero solo una boca, para que escuchemos más de lo que hablamos. 

Santiago, como buen libro de sabiduría, nos dice en el primer capítulo  “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” (1:19-20).

En el contexto del primer capítulo, Santiago está hablando de nuestra reacción ante Dios cuando no entendemos sus propósitos. Nos es fácil quejarnos de las pruebas que experimentamos en esta vida. Pero hacemos bien en frenar nuestra lengua y aprender a escuchar a Dios. Este principio también opera en nuestras relaciones interpersonales, como nos muestra Santiago especialmente en el capítulo 3. 

Todos hemos experimentado esa sensación que queda después de haber dicho lo que no debíamos en un momento de descuido o frustración. Solemos ser muy rápidos a la hora de defendernos o excusarnos. Al mismo tiempo somos capaces de condenar a otros con nuestras palabras. Pero como hemos leído en el texto, nuestra ira nunca obra la justicia de Dios. Como regla general, somos sabios cuando tardamos en responder, cuando escuchamos atentamente y con paciencia, y luego consideramos nuestra reacción antes de abrir la boca. 

Por eso Santiago dice: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.”

Podemos caer en el error de profesar fe en Dios, y al abrir la boca, desacreditar al Dios justo y amoroso que profesamos.  

El capítulo 3 de Santiago nos muestra que podemos deshonrar a Dios cuando usamos nuestra lengua para maldecir o herir a otros.

La manera más fácil de ofender es con nuestra lengua.

Dice el texto: “ todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”

Es demasiado fácil abrir la boca y dejar que salgan palabras que dañan. Como dice el texto, si existiera alguien que nunca ofendiera con su lengua, sería una persona perfecta. Sin embargo, encontramos que esta lengua con la que alabamos a alguien en un momento dado, es capaz de herir incluso a aquellos que más amamos.  Santiago 3:9-10 declara: “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.”

Santiago nos da ejemplos del poder de la lengua. La asemeja al freno que ponemos en la boca del caballo, y que nos permite controlar todo el cuerpo. Nos pone también el ejemplo del timón en un barco, un pequeño instrumento que controla toda la embarcación. Así, del mismo modo, este miembro tan pequeño de nuestro cuerpo puede condicionar cómo nos conducimos y cómo somos vistos por los que nos rodean. 

Santiago compara la influencia de la lengua con la de una pequeña llama. Hemos visto los grandes fuegos que puede ocasionar una colilla mal apagada. Y del mismo modo, una lengua que no está bajo el control del Espíritu Santo, puede causar incendios que destruyan amistades e incluso alejen a la gente de Dios. 

Notemos la incongruencia. Con ella bendecimos, y con ella maldecimos. Imagina que llegas a una fuente de agua dulce, pero hoy ha amanecido mal y solo da agua amarga. Si la fuente es impredecible, no podemos fiarnos de su pureza. 

La sabiduría de Dios se hace evidente en el cristiano que escucha la Palabra de Dios y la hace. La verdadera religión se evidencia en una vida controlada por el Espíritu Santo. Así que si vamos a proclamar el nombre de Dios, cuidemos nuestra lengua, para no desacreditar a nuestro Salvador. Aprendamos a escuchar más y pidamos a Dios que controle nuestra lengua para que lo que salga de nuestra boca refleje correctamente el carácter de nuestro Señor.
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Autor David y Maribel
Organización David y Maribel
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